La sociedad, la vida, ha cambiado mucho en las últimas décadas.

Aquella ausencia de tiempo para el ocio evolucionó hacia una clara división entre la vida laboral y la vida personal.

Eran dos áreas, casi vidas separadas de una misma persona.

Uno cumplía su jornada de 8 horas y entonces era cuando empezaba el tiempo para disfrutar de la vida.

Hoy las cosas son bien distintas.

Elegimos una carrera por “vocación” con el propósito de tener una vida profesional de éxito, y una vida en general plena y satisfactoria.

Pero esa, que es la idea, no siempre es la realidad.

Lo primero, es que a tus 17 años es más que complicado adivinar, sí adivinar, si esa profesión de la que te has formado una idea realmente te gustará como para dedicarte a ella tantos años de tu vida.

La segunda, es que presuponemos que vamos a ser la misma persona con los mismos gustos e inquietudes toda nuestra vida.

Pues bien, ya no existen los trabajos para toda la vida, las inquietudes para toda la vida, ni tampoco esa división entre vida personal y profesional.

Y no es que sean la misma cosa, es que ahora lo que tenemos es tiempo que dedicamos a desarrollarnos de diferentes maneras.

Como padre, hermana, pareja, amigo, como deportista, consumidor de series de tv, de libros, de teatro, como jefe, empleado, abogada, instructor de yoga o emprendedor…

Porque uno cuando entra por la puerta de la oficina a lo que aspira ya no es simplemente a pagar las facturas.

Lo que uno quiere es poder seguir creciendo, desarrollándose, aprendiendo y disfrutando.

Es de decir, seguir Viviendo. Con mayúsculas. Y desde luego sin angustia, ni desazón.

Hasta aquí seguro que muchos estamos de acuerdo.

Tener un trabajo que además de ayudarte a pagar las facturas te permita aportar significado, disfrute y desarrollo a tu vida suena tan bien…

Tan bien que parece imposible.

O quizás una de esas cosas que le pasan a los demás, pero no a ti.

Eso tiene un nombre, y es…

…miedo a la incertidumbre.

Es normal y muy humano. Tenemos miedo a los desconocido, y eso nos mantiene a “salvo”, seguros.

Pero a ´¨salvo” ¿de qué? ¿a qué precio?

Lo que desde luego es seguro, es que si seguimos igual todo seguirá igual. Tristemente, en muchos casos, eso significa sufriendo.

Una obviedad que alimentamos incongruentemente cada día que no hacemos nada para cambiarlo, mientras deseamos que las cosas cambien.

Como si tuvieran vida propia y pudieran hacerlo solas.

Entonces ¿cómo se puede conseguir?

No hay un camino, una manera única de llegar a él, y esa es la buena noticia.

Hay quien cambia de empresa, de sector, quien emprende y quien se re-enamora de su trabajo.

A los 27, a los 35, a los 46 o a los 53…

No se trata de tirarte a la piscina vacía, sino de saber qué es lo qué quieres, cómo lo quieres y por qué, y a partir de ahí diseñar la manera de llegar a ello sin morir en el intento.

No digo que sea una tarea sencilla y rápida, pero desde luego es posible, y de ti depende hacer que sea más probable.

Es un viaje a tu interior para replantearte tus objetivos, reconectar contigo y re-descubrirte.

Para empezar te propongo que te tomes tu tiempo para pensar tu significado de éxito. En detalle.

¿Qué es para ti tener éxito? Olvídate de lo que te han dicho, de lo que se espera de ti o de lo que se supone.

Para ti, ¿qué y cómo sería tener éxito?

En esa respuesta encontrarás otras muchas preguntas y otras muchas respuestas a preguntas que quizás todavía ni te habías hecho.

Recuerda que tu vida es tuya, y que cuando te levantas cada mañana solo tú vas a vivirla.

Así que haz caso a eso que sientes ahí dentro, y no te dejes arrastrar por los miedos de tu entorno, ni por lo tuyos. Siempre hay una manera de conseguir eso que anhelas.

Empieza por averiguar con exactitud y detalle qué es lo que quieres, y ya no tendrás que buscar excusas, porque tendrás argumentos para ir a por el trabajo y la vida que quieres.